La ilusión de un espejo roto

La ilusión de un espejo roto
Y pensaron que sabían lo que veían. Pero sólo era un reflejo

domingo, 2 de noviembre de 2014

Todas ellas seguían su rutina. No era fácil seguir con el ánimo alto sabiendo que lo más posible sería que no podrían salir. Aún así, trataban de consolarse las unas a las otras, de sentirse esperanzadas diciéndose que las encontrarían. Poco a poco, fueron haciéndose amigas. 
La relación con Anna y Rose era, cuanto menos, complicada. Ninguna de las dos pasaban más tiempo del necesario con las chicas. Comidas y alguna otra ocasión en la que las llamaban. Eran como las señoras de la casa. No movían un dedo para nada. Leían y practicaban algunos instrumentos.
Sin embargo, un tiempo después (tal vez dos meses, ninguna de ellas tenía constancia del tiempo exacto que llevaban allí) esto cambió. Empezaron a pasar más tiempo con las chicas. Seguían sin hablar demasiado con ellas ni mover un dedo, pero se preocupaban más por la limpieza de la casa. Estaban más encima de ellas en este aspecto. Empezaron a darles recetas a las chicas. Pero recetas bastante complicadas. La comida que llegaba a la nevera era más selecta cada vez.
Una o dos semanas después, una vez que las chicas hubiesen terminado la cena (otra receta exquisita que les había dado Rose), Anna fue a la cocina. Iba ataviada con un bonito vestido granate. Era ajustado al pecho, con el cuello cerrado, con una falda suelta y larga. 
- Chicas, id a vuestras habitaciones. Os hemos dejado ropa para que os cambiéis.- ordenó- Quitaos esos harapos y arreglaos un poco.
Las chicas se miraron. Llevaban los vestidos que les dejaban cada mañana. Eran bastante simples, colores suaves. Ninguna otra persona los habría considerado harapos. Las chicas obedecieron y salieron en silencio.
- ¿Qué creéis que pasa?- preguntó Isabella.
- No lo sé- respondió Helena- es la primera vez que nos hacen cambiarnos.
- Sí- secundó su hermana- además, es la primera vez que Anna se viste tan elegante.
Llegaron a la parte de arriba y fueron cada una a su habitación. Isabella y Clarissa miraron como las gemelas cerraban la puerta de su dormitorio. Después, entraron en el que compartían.
- Hay algo que no va bien- susurró Clarissa- No me gusta esto, me pone demasiado nerviosa.
- Tienes razón, pero no podemos hacer nada.- contestó su amiga mientras cogía el vestido que estaba sobre su cama- ahora vengo, voy a cambiarme.
Isabella salió de la habitación y fue al baño. Estaba vacío. Entró y cerró la puerta. El vestido que le habían dado era de fiesta, de un color azul oscuro y un tacto muy suave. A diferencia del que llevaba Anna, este tenía una falda abombada, como los que se llevaban en el renacimiento. Al igual que estos, también tenía una abertura en la parte delantera que dejaba ver un faldón negro. Tenía un corpiño muy rígido que estilizaba el pecho de la muchacha. Una vez que se vistió, se lavó la cara e intentó peinarse lo mejor que pudo.
Cuando volvió a la habitación, Clarissa ya estaba vestida. Su vestido era igual que el que ella llevaba, pero en color verde. Un poco después, picaron a la puerta. Eran las gemelas y sus vestidos, eran exactamente iguales a los que ellas llevaban, pero en verde y amarillo. Cuando llegaron a la planta baja, Rose las estaba esperando. En lugar de ir a la cocina, las guió a otra sala. Era un comedor bastante grande. En la mesa que estaba en el centro, donde estaban colocados 7 juegos de platos y cubiertos, además de lo que habían cocinado, había un hombre sentado. Llevaba un traje negro y una capa corta. Además, su rostro estaba tapado por una máscara de pico, igual que las que se usaban cuando la peste, pero decorada en dorado y negro.
- Así que estas son las muchachas- dijo con voz grave- la verdad que son hermosas. Muy buen trabajo Rose.
- Muchas gracias señor- dijo en un susurro.
- Vamos, vamos, chicas, sentaos, sentaos- invitó con un tono jovial.- no queremos que se enfríe la comida, ¿verdad?

***
Cuando Isabella abrió los ojos, estaba muy oscura. Tenía las manos atadas en alto y estaba medio sentada sobre el suelo. Tenía la boca seca. Intentó hablar, pero no pudo. Al final, tras varios intentos, su voz salió.
- ¿Rose? ¿Anna?- llamó con voz quebrada. - ¿Hay alguien ahí?
Sólo el silencio la respondió. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, empezó a vislumbrar siluetas, pero no sabía exactamente qué eran. Algunas parecían tener forma humana, pero podrían ser una escoba o cualquier otra cosa. Intentó desatarse las manos, pero la persona que hizo los nudos, sabía lo que hacía. No consiguió más que abrirse la piel. 
- Por favor- sollozó- si hay alguien, ayúdeme.
Siguió llorando y pidiendo ayuda, pero nadie acudió, nadie contestó

lunes, 20 de octubre de 2014

Isabella salió corriendo. No podía creer lo que le acababa de decir. Subió las escaleras y se metió en el baño. Cerró la puerta y abrió el grifo para lavarse la cara. Intentó abrir la ventana, pero no había ningún cerrojo ni ninguna manilla. Golpeó el cristal pero no sirvió de nada. 
Alguien abrió la puerta y le sujetó la mano. Era Anna, quien la miraba con la mirada perdida.
- ¿Qué pretendes? ¿No te han explicado las normas?- la mirada de la pequeña era intensa, rabiosa- Esto sólo servirá para hacerte daño y no queremos que eso pase. Deja de hacer el tonto y acostúmbrate. 
Las otras chicas se acercaron a la puerta para ver lo que pasaba. Cuando Anna salió, se apartaron para dejarle espacio. Clarissa se acercó a ella y la tomó de la mano. La guió fuera y las otras las siguieron a la cocina. 
- A todas nos ha pasado al principio- comenzó Clarissa- No queremos aceptar que no podemos salir. Todas lo hemos intentado, unas con más ahínco que otras, pero ninguna lo ha logrado. Antes éramos más, pero han desaparecido. Las más rebeldes, las que no aceptaban las normas ni la sumisión de la situación ya no están. No sabemos qué les ha pasado, pero un hombre se las llevó y no volvieron. Ahora no nos queda otra que ayudarnos las unas a las otras, darnos fuerzas para continuar. Anna y Rose llevan ya tanto tiempo que no les importa. De hecho, se sienten cómodas con esto.
Las gemelas se acercaron. Una de ellas se sentó al lado de Clarissa y la otra le puso una mano en el hombro a Isabella. Vistas de cerca, se notaban pequeñas diferencias. La que estaba a su lado, tenía los ojos más oscuros, además su piel era más brillante. Era algo más alta y su pelo algo más claro. 
- No nos queda otra que aguantar con lo que nos toca.- dijo esta- Al menos nos cuidan. Nos dan comida y ropa limpia. Somos nosotras quienes nos encargamos de hacer las tareas. Ahora te parecerá una locura y tratarás de luchar contra ello, pero te acabarás resignando. Por cierto, yo soy Helena.
Isabella tenía las manos alrededor de su pecho, como abrazándose para intentar protegerse. Estaba asustada. Tenía el estómago revuelto, sentía nauseas. No sabía si eran los nervios o que su estómago aún no se había asentado del todo.
Las chicas se levantaron y empezaron a sacar ingredientes de la nevera y a hacer la comida. Ella no se sentía con ánimo, pero después de un rato se levantó y les preguntó que en qué podía ayudar.
- Prefiero estar ocupada y no pensar en esto.
- Perfecto- respondió Carmen- puedes ir preparando la mesa. Los platos están en el segundo armario y los cubiertos en el primer cajón.
Y así empezó con la rutina. Al principio era muy duro, pero poco a poco fue acostumbrándose. Fue haciéndose amiga de las chicas, hablaban de sus cosas, de sus miedos y de lo que les gustaría hacer cuando salieran.
Una semana después, Rose decidió que era hora de que cambiara de habitación y empezara a compartirla con Clarissa.

jueves, 9 de octubre de 2014

Al otro lado del marco, había una chica, una niña prácticamente. No tendría más de 12 o 13 años. Tenía el pelo negro y la piel muy pálida, como si hiciese tiempo que no le diera el sol. Sus ojos eran azules y vagaban por la estancia. Cuando se fijó en ella, una sonrisa asomó por sus labios. Había algo salvaje en ella, pero no era desagradable. Iba también con un camisón, pero más sencillo que el que ella levaba y algo más largo, además, iba descalza.
- Dime, ¿cómo te llamas?- preguntó la pequeña
- Isabella. ¿Dónde demonios estoy?- contestó con voz insegura.
- No te preocupes, aquí estás a salvo. Cuidaremos de ti.- se giró y empezó a caminar- Venga, es hora de desayunar. Las demás están esperando. Por cierto, me llamo Anna
- ¿Las demás?
La niña ya se había ido y estaba casi doblando la esquina. En cuanto llegó a este punto, encontró unas escaleras que bajaban y vio a Anna entrar en una de las tres puertas que había en el pasillo al que había llegado. Evidentemente, la siguió. Entró en lo que supuso que era un comedor. El suelo era de madera oscura y había una gran mesa redonda de cristal. Además de la pequeña, había otras tres chicas. 
Había dos sillas libres y Anna le señaló una para que se sentara. Delante tenía una taza con café y en el centro de la mesa había un plato con tostadas y dos botes de mermelada. 
- Estas son Clarissa -una chica morena, más o menos de su edad- Helena y Carmen
Estas dos últimas eran gemelas. Tendrían dos o tres años más que ella y eran rubias. A modo de saludo movieron levemente la cabeza, pero no hablaron mientras comían. 
Casi habían terminado cuando otra mujer entró por la puerta. Tendría unos veintimuchos o treintaipocos años. Era esbelta, alta y delgada. En general era bastante estrecha, aún así tenía una figura bonita que se resaltaba con el vestido ajustado que llevaba. Su pelo era rojo como el fuego, como un atardecer. Sus ojos eran verdes y también tenían algo de salvajes. Sonrió a las chicas cuando entró.
- Así que tú eres la recién llegada, ¿no? Isabella me han dicho.- dijo con una voz firme pero dulce.
Solamente asintió.Se sentía intimidada por esa mujer. 
- Dime, ¿cómo te encuentras hoy?- inquirió mientras se sentaba en la silla libre, a su lado.
- Bien - respondió tímidamente- me duele algo la cabeza.
- No te preocupes, es normal, teniendo en cuenta como te encontré ayer... Por cierto, me llamo Rose. A las demás creo que ya las conoces. Acompáñame, te daré una toalla y ropa limpia. Una ducha te vendrá muy bien, te ayudará a despejarte.
La acompañó nuevamente al piso de arriba, al baño en el que había estado y le dejó una toalla, diciéndole que le llevaría luego algo para que se pusiera. La vez anterior no se había fijado en lo grande que era. Había una bañera bastante grande y de apariencia antigua. Era blanca y tenía dibujos en los bordes. Abrió el grifo y mientras esperaba a que calentase el agua, fue quitándose la ropa. Entró y corrió la cortina. Alguien picó a la puerta y dejó algo en un pequeño mueble junto al lavabo. El agua caía sobre su piel. Parecía que se iba despejando. Numerosas preguntas empezaron a amontonarse desordenadamente en su cabeza. Pero las principales eran dónde demonios estaba y quiénes eran esas chicas, en especial, Anna y Rose.
Después de un rato bajo el calor del agua, cerró el grifo y se envolvió en la toalla. Era muy suave, como si fuese nueva. Encima de la mesa habían dejado un conjunto de encaje, muy delicado y un vestido verde claro bastante suelto. No había zapatos por ningún lado. Una vez que se hubo vestido, salió. En la puerta estaba una de las gemelas. 
- Rose está esperándote. Quiere hablar contigo - la cogió del brazo y lo apretó. Parecía que iba a decirle algo más, pero se calló - Vamos, está en el salón.
Su voz era ronca, a penas la había oído. En el tramo que la estuvo siguiendo, vio que también se había cambiado. Ahora llevaba un vestido ajustado al pecho y a la cintura y que caía suelto hasta las rodillas. También iba descalza. Su pose, su manera de caminar eran las de una persona cansada, desesperada. 
Cuando llegaron, la chica (no sabía si era Carmen o Helena) picó a la puerta y una voz desde dentro las invitó a entrar. Abrió la puerta, dio un pequeño empujón a Isabella y la cerró. La estancia era de color claro, lo que junto con el amplio ventanal, daba una sensación de gran luminosidad. Había dos sofás grandes y una butaca en la que estaba sentada Rose. Acababa de dejar un libro encima de una mesita que estaba en medio de la estancia. Con un gesto de la mano, la alentó a sentarse.
- Espero que hayas disfrutado del baño. Veo que acerté totalmente con tu talla, ese vestido te sienta muy bien. Hay alguna cosa que deberías saber de este sitio.- hizo una breve pausa y soltó un suspiro - Anna y yo llevamos aquí mucho tiempo, así que si necesitas cualquier cosa, no dudes en acudir a nosotras. Carmen y Helena llevan unos meses y Clarissa llegó sólo hace un par de semanas.- hizo otra pausa, más larga que la anterior, como si tratara de elegir las palabras adecuadas - No podrás salir de aquí. Las ventanas no se abren y el cristal es muy resistente. Además la puerta principal está cerrada. Además hay un par de normas que debes saber. Eres totalmente libre de moverte por donde quieras, pero hay una zona prohibida, el tercer piso. A ninguna de nosotras se nos permite subir ahí. También a las 12 de la noche, es el toque de queda, se apagan las luces y debemos estar en nuestro cuarto. Cada una de nosotras comparte habitación. Evidentemente Carmen y Helena utilizan una. De momento, tú dormirás con Anna. Luego, ya veremos. No intentes escapar, otras ya lo han intentado y no lo consiguieron. Así será más seguro. Esto te resultará abrumador, pero te acostumbrarás.
Cuando terminó de hablar, volvió a coger su libro y se puso a leer.

jueves, 2 de octubre de 2014

Abrió los ojos. No tenía ni la más remota idea de dónde estaba. ¿De quién era esa cama? ¿De quién era la casa en la que estaba? Madre mía, cómo le dolía la cabeza. El estómago era un revoltijo de a saber qué. Bueno, lo que estaba segura de que no había era comida. Sólo una mezcla brutal de bebidas, evidentemente, alcohólicas. Un brazo la rodeó. Era cálido, pero no tenía ni idea de a quién pertenecía. Con un brusco movimiento lo apartó y oyó un gruñido del otro lado de la cama. Se arrastró hasta el borde de la cama y, apoyada en el cabecero, se levantó. Se apoyó en la pared y a tientas buscó la puerta. Tardó un tiempo en darse cuenta de que, a diferencia de lo que ocurre habitualmente en estos casos, no estaba desnuda. Pero tampoco llevaba puesta la ropa con la que había salido, ni siquiera era suya. Era un camisón demasiado delicado para una chica como ella.
Cuando al fin tocó el pomo con su mano, abrió lentamente la puerta. Un gran chorro de luz inundó la oscura habitación. Se tapó los ojos con una mano. La luz le molestaba demasiado. La figura que había estado tumbada junto a ella pareció despertarse, hizo un ademán de incorporarse y soltó otro gruñido. Ella, rápidamente salió de la habitación. El pasillo era estrecho, pero estaba muy bien iluminado por una gran ventana al fondo, justo antes de que hiciera un giro a la izquierda. En la misma pared de la habitación que acababa de salir había había otra puerta y en la pared de enfrente, había otras tres más. Dos de ellas, estaban cerradas. Se acercó a la más cercana, que estaba entreabierta. No era lo que estaba buscando, sólo otra habitación oscura. La cuarta puerta, de la que salía una rendija de luz, era un baño. Entró y cerró la puerta. 
Cuando se miró al espejo, no se reconoció. Tal vez sí, pero no estaba segura. Tenía el pelo totalmente revuelto y el maquillaje corrido. La boca le sabía a rayos. Trató de recordar qué había pasado, pero no pudo, por su cabeza sólo pasaron imágenes confusas de luces, música alta, voces y ruido. Lo último que recordaba era entrar en una discoteca plagada de gente y que un chico rubio la invitara a una copa. Se lavó la cara y volvió a intentarlo. Algunas nuevas imágenes lucharon y se agolparon en su cabeza. Otra vez ese chico rubio bailando con ella. Le pareció que en algún momento intentó besarla, pero ella se apartó. Fue un movimiento tan brusco que se debió caer, porque tenía moratones en las piernas. Su siguiente recuerdo fue un brazo sujetándola y sus propios pies caminando hacia no sabía dónde. Pero la cara de quién la llevaba, de su compañero de cama, no estaban por ningún lado.
Estaba totalmente absorta en sus pensamientos cuando alguien picó a la puerta.
- ¿Estás bien?- dijo una voz. Era una mujer, aunque no sabría decir su edad.
- Aww, me duele todo.- respondió con voz quejumbrosa.
Alguien abrió la puerta.


Espero que os haya gustado. Esto no acaba aquí, espero que para la próxima semana tenga tiempo para continuar la historia un poco más

martes, 6 de mayo de 2014

martes, 8 de abril de 2014

Cada vez estoy más segura de que la gente piensa que soy gilipollas. Pero bueno, eso es cosa suya, si piensan que pueden seguir como hasta ahora, ocultándome cosas, mintiéndome en mi puta cara sin que me de cuenta, pues bien por ellos. Y también, cada vez estoy más segura que la criba que estoy haciendo en mi vida, tendría que ser mucho, mucho más radical. Pero en algunos casos, la verdad que me da pena. Creo que acabaré por volverme una auténtica zorra. Si ellos ya piensan que lo soy, ¿por qué no demostrarlo?
Igual sólo son cosas mías, pero cada vez estoy más segura de que no. Cada vez estoy más segura de que esa gente no merece la pena. Por mí, os podéis pudrir todos en el infierno. Arded y dejadme en paz, sin vosotros estoy mejor, porque parece que sólo sabeis mentir y que sólos sabeis echarme vuestra mierda encima. Os jodeis, ya no me dais ninguna pena.

martes, 4 de marzo de 2014

Fenix

Y cuando llegue al fondo y todo arda, renaceré de mis cenizas. Y no dejaré que nadie vuelva a pisarme. Destruiré a todo aquel que se me ponga por delante. Machacaré a quien trate de detenerme. No dejaré de luchar por mí y sólo por mí. Me volveré egoista. Dejaré de pensar en los demás. Sólo seré leal a mí misma. Fiel a mis principios. Una nueva yo ha renacido. Algo que no habéis visto antes. Algo que ni siquiera ahora vereis. No dejaré que nadie vuelva a pasar sobre mí. Como el fenix, renaceré de mis cenizas, más fuerte, más grande, más hermoso.
Lo que pensé que me destruiría, sólo me traerá fortaleza. Y nada, nada me hará caer sin darme aún más fuerza que antes. Sucumbirán aquellos que traten de interponerse en mi camino. Postraros para pedirme clemencia. Antes yo era insignificante, pero ahora sois vosotros las moscas que revolotean a mi alrededor. Nunca más débil. Nunca más pequeña.
 

jueves, 20 de febrero de 2014

Agonizaré mientras observais como me retuerzo. Escucharé vuestras carcajadas. Pensareis que soy estúpida. Tal vez lo sea. Pensareis que soy cobarde. Y seguramente también tengais razón. Pero al menos habré terminado con todo. Y entonces seré yo quien me ría de vosotros.

martes, 18 de febrero de 2014

Las agujas de mi reloj van avanzando. Cada vez más rápido. Cada vez más deprisa. Pero a pesar de ello, todo pasa cada vez más despacio. Vivo una y otra vez lo mismo. La misma escena. El mismo resultado. Una marca más. Un rasguño oculto tras una sonrisa falsa. Cada vez va más rápido, y el mundo más lento. Tic-tac

lunes, 17 de febrero de 2014

Y puede que sea más egoista de lo que pensais. No es por vosotros, es por mí. Pero ya no puedo seguir sola. Creo que es hora de pedir ayuda. Pero el problema está en que la persona que más me puede ayudar está a kilómetros de mí y las que están cerca, tienen otros intereses.

jueves, 13 de febrero de 2014

Selfdestructive

Te das cuenta de las cosas. Algunos dicen que te intentes completar. Otros que no dependas de nadie para sobrevivir. Algunos, que eres débil. Otros que eres idiota. Pero cuando todo eso pasa a la vez, te das cuenta de que en realidad, están equivocados. Ya estás completa. No dependes de nadie. No eres débil. No eres idiota. No lo entienden. No entienden lo que pasa por tu cabeza. Piensan que no es tan complejo. En realidad es mucho más simple. Pero es más sencillo ignorarlo y no verlo. Es más simple pasar de todo. Es más simple poner buena cara.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Tonto el que lo lea

Gira y gira. Y cada vez va más rápido. Se escapa. Se aleja. Me pregunto. Pero no hallo respuestas. Al menos no respuestas válidas. Me pregunto. Y la respuesta es siempre la misma. "Sobras". "Eres basura". "¿Crees que alguien puede quererte? No seas ingenua". "No deberías estar aquí". "Estaríamos todos mucho mejor si no te hubíesemos conocido". "No quieren volver a verte". "Si desaparecieses, serían más felices".
Es difícil lidiar con ello. Pero tal vez encuentre la salida. Si no quieren que esté, no estaré. 
Me dicen que no es cierto. Pero no les creo. No demuestran sino lo contrario. Soy invisible para ellos. Soy un juguete estropeado. Un juguete viejo. Algo que sólo tienes en cuenta si no hay nada mejor cerca.
Pero no importa. Realmente nunca importó. Nunca importé. No sintais pena, no es para tanto. No soy para tanto. Tampoco tenéis porqué sentiros mal. No es vuestra culpa. Soy yo quien toma las decisiones y si pasa, seré sólo yo la responsable. Aunque, de todas formas, no os va a importar.

jueves, 6 de febrero de 2014

Empiezo a caminar. Llego lejos. Demasiado lejos. Estoy tan lejos de todos vosotros, que creo que ya no encontraré el camino. Aún así, sigo adelante. Sigo hasta estar segura de que no podré volver. Sé de sobra que sobro de vuestras vidas. Estaríais mejor si saliera de ellas. Estaríais mil veces mejor. Ya no tendríais que preocuparos por la gilipollas de la suicida de vuestra "amiga". Sería todo mucho más sencillo. Pero no os preocupéis, tal vez no tarde demasiado en desaparecer...

martes, 4 de febrero de 2014

Miras a tus pies y ves la misma escoria de siempre. Nada nuevo. Nada importante. Basura. La pateas para apartarla de tu camino. Pero parece que no se quiere mover. Miras atrás y ves la misma escoria de siempre. La misma escoria que se niega a apartarte de tu camino.

lunes, 3 de febrero de 2014

Niebla. Sombras. Vacío

Ante mí se nubla. Pero aún así, nunca lo había visto tan claro. Se nubla el mundo. Se nubla mi vista. Se nublan los rostos de esas personas que "me querían". Se nublan los rostros de esas personas que "me odiaban". Nada. Ya no queda nada. No queda absolutamente nada de lo que había antaño. No queda un sólo recuerdo. No queda una sola palabra. Una sola voz. Me vuelvo un fantasma. Una sombra que camina sin rumbo. Si ninguna dirección. Un fantasma vagando en busca de un significado. De un sitio al que pertenezca. Pero poco a poco, va viendo que en realidad, no pertenece a ningún sitio. Va dándose cuenta de que sobra de todas partes.
Poco a poco voy dándome cuenta de que sobro. No hay un sitio para mí. Mi vista se nubla, pero ahora está todo claro. No pertenezco a este mundo. No pertenezco a ningún sitio. Sobro en esta existencia. En todas partes. Sobro y ya está. No encajo en ningún sitio. Un puzle completo y yo sin lugar.
Llevo tanto tiempo sin pertenecer a un lugar, que ahora no encuentro mi sitio. Siento que sobro vaya a donde vaya. Tanto tiempo intentando llenar un vacío. Un vacío que no se llena. Un vacío que cada vez es mayor. Un vacío que absorbe todo lo que me rodea. Un vacío que me arrastra.

domingo, 2 de febrero de 2014

Pensais. Creeis saber. Pero en realidad no tenéis ni puta idea. Creeis que podeis cambiarlo. Que podeis entenrderlo. Pero es mucho más profundo de lo que vuestras pequeñas cabecitas puedan llegar a imaginar. Va mucho más lejos que una simple tontería. Va mucho más lejos que una mala cara, una mala respuesta. Creeis que podeis llegar a entenderlo. Pero no, es demasiado simple para lo lejos que buscais. No es tan difícil de entender. No es tan difícil de aceptar. Pero os empeñais en darle vueltas y vueltas y vueltas y más vueltas. No tenéis ni puta idea. Realmente no. Pensais que podeis llegar a saberlo todo. Pensais que podeis llegar a conocer todas las partes. Pensais que podeis llegar a conocer mis más oscuros secretos. Pero no es así. Y eso no os gusta. Quereis tener siempre el control. Pero ya veis, no es así. Hay cosas que no podeis conocer, ni controlar. Hay cosas que se os escapan. Y que nunca llegareis a tener.

domingo, 26 de enero de 2014

Frío

Iba caminando tranquilamente por la calle. Llovía, pero no le importaba lo más mínimo. De hecho, le encantaba. No era una lluvia fuerte, este tipo de lluvia que te agrada. Sentía como le mojaba la cara mientras caminaba. Su chaqueta había perdido totalmente su color original y era unos tonos más oscuros. Estaba empapada. Hacía frío también. Es lo que tiene el invierno. Pero esto tampoco le importaba. Ya no sentía absolutamente nada. En ninguno de los aspectos que os podáis imaginar. No sentía el frío. No sentía temor. No sentía ni siquiera su propia existencia. Es posible que, realmente, ni siquiera sintiera la lluvia en su piel. Siguió caminando por la acera. En un punto se desvió del camino. Era una suerte vivir en un pueblo pequeño con un bosque a 5 minutos de la salida. Entró en el bosque, rozando lentamente con la yema de los dedos los troncos de los árboles. Algunas ramas bajas dejaban caer la nieve al contacto con su cuerpo. Finalmente llegó al río. El punto en el que estaba del río dejaba una caída leve hasta el agua. Se sentó en el borde, dejando colgar las piernas. Las balanceaba. En un instante, desapareció totalmente. Perdió toda la consciencia que le quedaba de su propio ser. Cuando la encontraron, tenía escarcha en las pestañas.
 

domingo, 19 de enero de 2014

Tic-tac

Tic-tac. Silencio. Tic-tac. Unos pasos. Tic-tac. Golpe sordo. Tic-tac. Grito. Tic-tac. Pasos a lo lejos. Tic-tac. Rojo carmesí. Tic-tac. Silencio.

jueves, 16 de enero de 2014

Se puso en pie. Empezó a hablar, aunque aún le temblaba la voz. Poco a poco fue tomando fuerza. No es que fuese un gran discurso, no es que fuese una gran narración. Simplemente era lo que pensaba. Lo habían pisado, lo habían martirizado, lo habían menospreciado, pero, por última vez, se levantó. No les recriminó a los que le habían tirado al suelo. Ni a los que no le habían ayudado a levantarse. No les recriminó nada  nadie. Solamente se recriminó a sí mismo no haber tenido valor para hacerlo antes. No haber tenido valor para enfrentarse a sus miedos. No haber tenido valor para pararles los pies a esos hijos de puta que no paraban de meterse con él. Pero al fin lo tenía. Todos ellos se encontraban ahora a sus pies. Temblaban como hojillas en medio de un huracán. Cuando terminó su discurso, sonrió. Después todo fue un gran estruendo. Ruido, gritos. Finalmente, calló. Un montón de cuerpos amontonados, unos sobre otros, un gran charco rojo. Un amasijo de carne y lágrimas.
Al fin y al cabo no son las armas las que matan, sino las personas. Algunos están muertos por dentro y cometen estas locuras.

lunes, 6 de enero de 2014

Y miras atrás y te das cuenta de que esas personas que supuestamente te conocían, que se suponía que sabían como eras, no tenían ni puta idea. Me he dado cuenta de que personas con las que traté mucho, mucho contacto, muchas conversaciones, muchas cervezas encima de la mesa, compartiendo la misma botella, sólo han sido capaces de ver la parte más superficial de mí. Sin embargo, parece que hay personas que con una sola mirada han sido capaces de ver mucho más profundamente dentro de mi ser que las otras.
Me decepciona que esas personas no sean capaces de verme realmente, aún después de tanto tiempo. No he cambiado a penas, al menos en lo más básico. Hay una parte de mí que no tiene nada que ver con lo que yo era antes, pero esa no importa en este aspecto. En lo más básico, en lo profundo de mi ser, sigo siendo la misma. Pero TÚ no me conoces, al menos parece que no me conoces. Sigo siendo exáctamente la misma persona que unos meses atrás, así que eso quiere decir que no me conocías. Habláis de mí, me criticáis, me tratáis de dañar, pero sin saber quién soy. Y yo os pregunto, ¿acaso sabéis quién sois vosotros? ¿Acaso sabéis quién son vuestros amigos? ¿Acaso conocéis a la persona que está a vuestro lado? Ellos no sé, pero estoy segura de que TÚ no, porque si no has aprendido a conocerme con todo lo que pasamos, no vas a poder conocer a nadie más allá de la imagen que TÚ quieras tener de esas personas.

jueves, 2 de enero de 2014

Sombras

Vas caminando por la calle tranquilamente. Miras a la gente a tu alrededor, pero sólo ves sombras. Unas son más nítidas y otras más borrosas, pero ninguna es real. Esas sombras más nítidas te saludan. No distingues su rostro, sólo una silueta vaga que a penas te idica si es hombre o mujer, adulto o niño. Son manchas de colores. Te ven y te paran, te dan dos besos, un abrazo, te hablan, te preguntan qué tal. Te tocan el hombro y te dicen que a ver cuándo quedamos. Su voz también es vaga, a penas la oyes, sólo intuyes lo que crees que te han dicho. Después están las otras, más difusas. A penas ves su silueta. Son sombras oscuras. Algunas de ellas también te saludan. Un uraño "hola" un movimiento de la mano, alzan una ceja. Las más coquequetas te lanzan una sonrisa. Pero nada más. No son reales. No las ves.
Vas caminando por la calle entre las sombras, buscando algo que sea real, porque esas sombras, más nítidas o más difusas, son sólo imágenes, son sólo representaciones de algo que, tal vez, en algún momento fue real. Pero ya no lo son. No tienen ningún sentido. En un momento te giras, crees ver a alguien, no una sombra, a alguien real. Pero desaparece. Estás seguro de haberlo visto. Lo persigues, pero no lo encuentras. Buscas y buscas, pero puede que ya no sea real.
Vas caminando por la calle y poco a poco te das cuenta de que hay menos sombras nítidas, cada vez son más las difusas. Te pierdes en un mar de niebla en el que apenas hay luces. Sigues buscando alguien que sea real, ese alguien que estás seguro que has visto, pero no lo encuentras. Desistes, porque parece no tener sentido. Aquellas pocas sombras nítidas que veías se van volviendo más difusas. Poco a poco van desapareciendo.
Vas caminando por la calle y sólo ves sombras grises, no ves ya ninguna silueta, ningún color. Poco a poco te vas dando cuenta de que estás solo. Poco a poco, esas sombras más nítidas, esas sombras que evitaban que hicieras locuras demasiado peligrosas, van desapareciendo. Hasta que no queda ninguna y ya no tienes ninguna excusa que te ate a este plano. Porque no has encontrado a nadie real y aquello que se asemejaba a la realidad, aquellas sombras más claras, aquellas sombras más nítidas desaparecen. Y de repente, estás totalmente solo, a la deriva en un mar de niebla en el que no ves nada delante de ti.