Abrió los ojos. No tenía ni la más remota idea de dónde estaba. ¿De quién era esa cama? ¿De quién era la casa en la que estaba? Madre mía, cómo le dolía la cabeza. El estómago era un revoltijo de a saber qué. Bueno, lo que estaba segura de que no había era comida. Sólo una mezcla brutal de bebidas, evidentemente, alcohólicas. Un brazo la rodeó. Era cálido, pero no tenía ni idea de a quién pertenecía. Con un brusco movimiento lo apartó y oyó un gruñido del otro lado de la cama. Se arrastró hasta el borde de la cama y, apoyada en el cabecero, se levantó. Se apoyó en la pared y a tientas buscó la puerta. Tardó un tiempo en darse cuenta de que, a diferencia de lo que ocurre habitualmente en estos casos, no estaba desnuda. Pero tampoco llevaba puesta la ropa con la que había salido, ni siquiera era suya. Era un camisón demasiado delicado para una chica como ella.
Cuando al fin tocó el pomo con su mano, abrió lentamente la puerta. Un gran chorro de luz inundó la oscura habitación. Se tapó los ojos con una mano. La luz le molestaba demasiado. La figura que había estado tumbada junto a ella pareció despertarse, hizo un ademán de incorporarse y soltó otro gruñido. Ella, rápidamente salió de la habitación. El pasillo era estrecho, pero estaba muy bien iluminado por una gran ventana al fondo, justo antes de que hiciera un giro a la izquierda. En la misma pared de la habitación que acababa de salir había había otra puerta y en la pared de enfrente, había otras tres más. Dos de ellas, estaban cerradas. Se acercó a la más cercana, que estaba entreabierta. No era lo que estaba buscando, sólo otra habitación oscura. La cuarta puerta, de la que salía una rendija de luz, era un baño. Entró y cerró la puerta.
Cuando se miró al espejo, no se reconoció. Tal vez sí, pero no estaba segura. Tenía el pelo totalmente revuelto y el maquillaje corrido. La boca le sabía a rayos. Trató de recordar qué había pasado, pero no pudo, por su cabeza sólo pasaron imágenes confusas de luces, música alta, voces y ruido. Lo último que recordaba era entrar en una discoteca plagada de gente y que un chico rubio la invitara a una copa. Se lavó la cara y volvió a intentarlo. Algunas nuevas imágenes lucharon y se agolparon en su cabeza. Otra vez ese chico rubio bailando con ella. Le pareció que en algún momento intentó besarla, pero ella se apartó. Fue un movimiento tan brusco que se debió caer, porque tenía moratones en las piernas. Su siguiente recuerdo fue un brazo sujetándola y sus propios pies caminando hacia no sabía dónde. Pero la cara de quién la llevaba, de su compañero de cama, no estaban por ningún lado.
Estaba totalmente absorta en sus pensamientos cuando alguien picó a la puerta.
- ¿Estás bien?- dijo una voz. Era una mujer, aunque no sabría decir su edad.
- Aww, me duele todo.- respondió con voz quejumbrosa.
Alguien abrió la puerta.
Espero que os haya gustado. Esto no acaba aquí, espero que para la próxima semana tenga tiempo para continuar la historia un poco más
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