La ilusión de un espejo roto

La ilusión de un espejo roto
Y pensaron que sabían lo que veían. Pero sólo era un reflejo

viernes, 21 de enero de 2011

Rosas

Las rosas siempre habían sido mis flores favoritas. Son hermosas. Me gustaban, especialmente las rosas rojas. Es algo típico, pero... son bonitas. Me gustaba su aroma, si tracto, su forma y su color. Pero ahora... bueno, mejor dejadme que os cuente mi historia.
Me regaló una rosa roja y me pidió perdón. Era una rosa hermosa. Aunque en ese momento no me di cuenta de lo que significaba. O tal vez sí. Seguramente me di cuenta, pero simplemente no lo quise admitir. Me convencí a mí misma que me quería y que no volvería a hacerlo.
Al principio era un sol. Era adorable. Paseábamos juntos, íbamos al cine... Me abrazaba, me tocaba el pelo con dulzura, me acariciaba... Me dedicaba palabras bonitas. Sólo una, una vez me gritó. Estaba cansado del trabajo. Le había ido mal el día. La reunión no había ido bien y la empresa en la que trabajaba  estaba mal. Vivíamos ya juntos. Llegó y le di un beso y le abracé. Me apartó de sí con brusquedad. Estaba enfadado y yo aún no había terminado de hacer la cena. Bufó y me gritó. Yo traté de darme prisa. Se me quemó un poco la tortilla, pero la llevé a la mesa. Él se sentó. Tenía esa cara. Sólo se la había visto antes una vez cuando discutía con su padre. Estaba enfadado. Muy enfadado. Me volvió a gritar "¿Es que no sabes hacer nada bien? Deberías aprender de una vez, estoy cansado de llegar a casa después de un día de duro trabajo y que tenga que esperar para tener la cena en la mesa. Pero si al menos fuese algo bueno, pero no, tengo que esperar para esta bazofia." Tiró el plato al suelo y pegó un puñetazo en la mesa. Se levantó y tiró la silla hacia atrás. Me golpeó en la cara y me tiró al suelo. 
Al día siguiente Llegó con una rosa roja. Me pidió perdón. "No pasa nada, fue culpa mía. Tenía que haber preparado la cena antes. La próxima noche lo haré mejor" Me besó la frente y pasó los dedos por mi labio roto " De verdad que lo siento mucho". 
Todo estuvo bien durante una temporada. El trabajo mejoró. Las cosas iban viento en popa. Sonrisas, palabras dulces, otra vez estaba en el paraíso. Hasta que murió su padre. Era un día triste. Estaba deprimido. Lo abracé cuando llegamos a casa. Había bebido. Había bebido más que de costumbre. Me apartó. No quería apoyo, nunca había tenido demasiado aprecio a su padre, pero era alguien de su familia. Me golpeó. "Ha sido culpa tuya. Todas las discusiones que tuvimos fueron por tu culpa. Él nunca quiso que formaras parte de nuestra familia. Y cuando te conoció, oh cuando te conoció, parecías una puta con ese vestido. Jamás te soportó." me golpeó la cara. "Nunca haces nada bien. No traes dinero a esta casa, no eres capaz de tenerla recogida, ni de hacer una cena en condiciones." Cada nueva palabra, cada nuevo insulto iba acompañado de un golpe. Pero no me refiero sólo a golpes psicológicos (aunque esos eran los peores) también golpes físicos. Jamás pensé que sería así. La humillación, los morados, los golpes, el dolor, la impotencia. No fui al dormitorio con él. Me quedé en el salón, acurrucada en el sofá. Me regaló un ramo de rosas esta vez. Me pidió perdón, miles de disculpas. Otra vez me hice la ciega. Ignoré otra vez esto. Volví a perdonarle.
Me escondía los morados con mangas largas. Sonreía con ojos tristes a los vecinos cuando me encontraba con ellos. Si me preguntaban por los golpes "Oh!, soy muy torpe, me he resbalado en la ducha" o "Es que me he golpeado con la puerta" y otras muchas escusas. 
Volvió a hacerlo. Dos veces más ese año. Siempre me regalaba rosas al día siguiente. Palabras bonitas que me decía. Me creí demasiados "lo siento, no volverá a pasar." Nunca traté de escapar. Al principio pensé que  todo pasaría, que acabaría cambiando. Después simplemente lo dejé pasar. Me echaba la culpa a mí misma de todo lo malo que hacía. Me convencía de que no era malo, que yo era la culpable, la que lo hacía todo mal. Le quería, con eso bastaba para soportar todas esas humillaciones, todas esas cosas. Hasta que al final el río de mis lamentaciones se desbordó completamente. Fue un jueves. El 27 de Mayo. Ese día llegó muy muy borracho. Le habían despedido. Entró por la puerta y entró en la habitación. Me tomó por el brazo y me levantó de un tirón. Intentó besarme pero me aparté. "¿Por qué te apartas, pedazo de puta?" y me golpeó en la cara. Me empujó sobre la cama y se tumbó encima mío. Intentó violarme, pero le golpeé y me lo quité de encima. Me agarró otra vez y me volvió a golpear. Me tiró al suelo. Me insultó. Cada palabra me golpeó como mil piedras. Cada puño, cada golpe. Pensé que iba a parar. Me desmayé por el dolor, pero no paró. Esta vez ya no hubo más rosas, al menos no para mí. 
Una rosa sobre una lápida. Una rosa negra sobre mí lápida.
Ahora que conocéis mi historia, supongo que no veréis las rosas con los mismos ojos de antes. Recordad, por encantador que parezca un príncipe, empieza a ser un ogro cuando te golpea la primera vez. No os convenzáis de que es culpa vuestra, porque no lo es. Si os golpea, es su culpa.

Bueno, soñadores, espero que os guste mi nueva entrada, es un poco... triste, pero es tan real como la vida misma. Todos los días ocurren cosas como estas. Yo quiero que esto cambie. Una vez dije que quiero cambiar el mundo y esto son algunas de las cosas que me gustaría que cambiaran.  

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