Una vez, cuando tenía cinco años, me tocó un ángel.
Estábamos sentados debajo de un cerezo. Era primavera y estaba cubierto de finas flores rosas, que de vez en cuando dejaban caer algún pétalo sobre nosotros. Cayó uno sobre sus cabellos castaños. Lo aparté tomándolo suavemente con las puntas de mis dedos. Ella sonrió y cerró los ojos. Alzó la cabeza hacia atrás y dejó que la brisa meciese su pelo.
- ¿Crees que eres especial?- me preguntó con la vista perdida en las ramas del cerezo.
- ¿Yo? ¿Especial?- Su pregunta me sorprendió, no es algo que nos solamos preguntar, aunque yo sabía que lo era, no en vano, era un ángel- No creo que sea especial, alguien normal. Lo que soy, es afortunado de poder compartir esta tarde contigo. ¿Y tú? ¿Crees que eres especial?
- Sé que soy especial- Respondió sin vacilación.
-¿Por qué sabes que eres especial?- Su seguridad me intrigó.
- Una vez me tocó un ángel- dijo mirándome a los ojos y sonriendo.
- ¿Te ha tocado un ángel?
- Me ha tocado un ángel. Cuando tenía cinco años morí.- Sus ojos estaban posados en mí, pero su mirada estaba mucho más lejos, en el infinito- No como esa rara enfermedad en la que pareces muerto, catalepsia me parece que se llama. Ahí, aunque no son aparentes, los enfermos conservan sus constancias vitales, respiran y tienen pulso, aunque sea tan tenue que nadie se de cuenta. No, yo no tenía pulso, no respiraba. Estuve veinte minutos muerta. Trataron de reanimarme. Comprobaron miles de veces que no era catalepsia. Me habían cubierto la cara con una sábana y de repente me levanté. Cuando estuve muerta, no sé, no recuerdo casi nada de ello. Dicen que cuando mueres ves pasar toda tu vida por delante. Con cinco años mucha vida no podía pasar. Sólo recuerdo una cosa. Un ángel se me acercó. Me recuerdas a ese ángel.- En ese momento fijó la vista en mí y sonrió- Aunque su cabello era más claro. Pero tenéis la misma sonrisa, una sonrisa perfecta, cálida y amable. Sus ojos, a diferencia de los tuyos verdes, eran dorados, pero teníais la misma mirada, sincera y cariñosa. Sus alas me rozaron en la mejilla al acercarse a mí. Me tomó en sus brazos y me dijo que no era mi hora. Me dijo que una criatura tan pura como yo no debía morir. Me llevó de nuevo a mi cuerpo y desperté.
Mis ojos se volvieron dorados por un momento y mi cabello cambió a su color rubio natural y unas alas blancas de seda aparecieron en mi espalda. No tuve jamás la certeza de ello, pero supe que por un instante inapreciable para los demás el mundo se detuvo y volví a ser un ángel.
- Dime, ¿eres tú el ángel que me salvó?- inquirió con sus ojos azules clavados en los míos.
- Jamás pensé que me pudieses reconocer. Te observaba desde arriba y cuando vi que te morías... No pude resistirlo. Me exiliaron por ello, peor no me arrepiento. Cuando terminaron de juzgarme (son muy largos los juicios, el más largo empezó con nuestra existencia y aún no se ha terminado) me exiliaron a la tierra. Trate de alejarme de ti, sabía que no estaba bien. Pero te vi. No contaba con encontrarte en esa calle. Traté de alejarme, pero me miraste y me sonreíste. No pude evitarlo y ahora estamos aquí...
La miré a los ojos. Sonreía. Me tomó la cara entre las manos y me besó en los labios.
A mí sí que me ha tocado un ángel. La mirada más bonita y el beso más dulce.
La miré a los ojos. Sonreía. Me tomó la cara entre las manos y me besó en los labios.
A mí sí que me ha tocado un ángel. La mirada más bonita y el beso más dulce.
Bueno soñadores, espero que os guste mi nueva entrada. "Es una bonita historia. Una vez me tocó un ángel, pero es que yo soy un ángel"Espero que os guste el vídeo que os pongo. Es, en parte lo que me inspiró esta entrada. Estaba en el autobús volviendo de clase mirando por la ventanilla del alsa. Estaba pensando, y no sé porqué me acordé de una pregunta que nos hizo el primer día de clase nuestro profesor de personalidad "¿Creéis que sois especiales?" No sé porqué se me ocurrió como respuesta "Sé que soy especial, una vez me tocó un ángel" Lo demás se escribió solo.
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