Y qué fácil podría hundirte en la más absoluta miseria. Con un par de palabrejas dichas de la manera adecuada en el lugar indicado. Es tan fácil que hasta me da pena de ti, que tan débil pareces, tan frágil y tan patético. Pero no, no voy a ser así, no soy tan mala como quieres hacer creer. De hecho, yo diría que no soy mala. Perversa tal vez. Cruel, eso seguro. No es que sea mala, es que soy peor. Y con un pestañeo tenerte humillado, tirado a mis pies, rogando que calle. Pero yo te lo advertí, me pediste sinceridad. Pero mi sinceridad es mordaz. Soy cruel con mi sinceridad. Podría suavizar las cosas, pero no, esa no sería yo. Porque yo uso metáforas, pero metáforas crueles. No es que quiera hacerte sufrir, es simplemente que disfruto viendo como tu asqueroso orgullo se escapa por cada poro de tu piel. Disfruto viendo como las lágrimas saltan de tus ojos. Postrado a mis pies, pidiéndome que no siga. Haberlo pensado antes, ahora es tarde y has desatado un tornado que no va a parar. Disfruta de tu caída. Ahora sí que no te levantarás. Desde el suelo y en el estado en que te dejé, no recuperarás tu orgullo, no recuperarás lo que pensabas que era tu ser. Perece bajo la humillación con la que cargarás siempre.
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